-"¿Cómo que no están? Búsquenlos en el techo, en los conductos del aire acondicionado o entre los rehenes", fue la respuesta del fiscal Jorge Ariel Apolo.
-"Ya lo hicimos, doctor. Le repito. Se fugaron, desaparecieron"-, le dijo el comisario al fiscal de Martínez.
Fue el robo más audaz no sólo del año, sino también de la historia criminal argentina, un golpe que parecía perfecto hasta que una mujer despechada y los teléfonos celulares de los ladrones los delataron.
El denominado "Robo del Siglo" ocurrió el 13 de enero en el Banco Río y fueron siete horas de pura tensión con un final que parecía inverosímil.
Cuando se cortaron las negociaciones, los grupos tácticos de la policía irrumpieron y sólo se encontraron con 21 rehenes -dos ya habían sido liberados-, el tesoro abierto y 145 cajas de seguridad saqueadas.
En el vestuario del personal de limpieza, detrás de un mueble con rueditas había un boquete de 50 por 30 centímetros en una pared de concreto que conducía a un túnel descendente de 10 metros que comunicaba con el desagüe pluvial subterráneo.
Mientras los francotiradores del grupo Halcón ponían sus miras en los accesos al banco, los ladrones navegaron en dos gomones por el conducto subterráneo, donde habían construido un dique para nivelar el agua, hasta una alcantarilla ubicada a 14 cuadras de la entidad, por donde escaparon con el botín en una camioneta.
Todo estaba planeado. A las 12.38, "el hombre de traje gris" -líder del grupo-, y el de "camisa blanca" llegaron en un auto robado al garage del banco.
Pocos minutos después, el "falso médico" con guardapolvo y una escopeta recortada y "el hombre de camisa salmón" con peluca platinada que se hacía llamar "Susana" ingresaron por la puerta del banco, exhibieron sus armas y gritaron "¡todos al piso!".
"El quinto hombre", con gorra azul fue el último en llegar y quien obligó al vigilador privado a cerrar la puerta del banco.
Conocían el protocolo de una toma de rehenes y sabían que dilatando las negociaciones iban a tener el tiempo para esperar la apertura del tesoro, destrozar con un martillo neumático las 145 cajas de seguridad que saquearon y para que "el ingeniero" terminara su trabajo abriendo el boquete desde el túnel que había empezado a construirse meses antes desde el canal pluvial.
Pidieron pizzas y gaseosas para los rehenes, le cantaron el feliz cumpleaños a una abogada y para colmo de burlas, dejaron armas de juguete y una nota que decía: "En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores".
La causa, a la que accedió Télam, oficialmente indica que el botín fue de "al menos ocho millones de dólares" y numerosas joyas que los clientes guardaban en sus cofres.
Parecía el golpe perfecto, pero los ladrones no contaron con dos armas que tuvieron a su disposición los investigadores: el sistema de análisis de comunicaciones VAIC II Telemétrico y una mujer despechada.
Con el VAIC se entrecruzaron las 300 mil líneas de celulares que utilizaron la antena más cercana al Banco Río de Acassuso y descubrieron los teléfonos de los ladrones, pese a que habían cambiado los microchips de sus aparatos para no ser descubiertos.
La mujer despechada aceleró los tiempos. Fue Alicia Di Tulio, hermana de la famosa "Pepita la pistolera" del caso José Luis Cabezas, quien decidió llamar al fiscal Apolo y delatar a su marido Rubén Alberto de la Torre -"el falso médico"-, al enterarse de que estaba a punto de escaparse con el botín y una amante.
Di Tulio dio nombres y detalles del golpe y el primero en ser detenido fue De la Torre, luego "el hombre de traje gris" Luis Mario Vitette Sellanes, el "ingeniero" Sebastián García Bolster, Julián "el Gordo" Zalloechevarría y Fernando Araujo, los cinco procesados para quienes ya se pidió juicio oral.
En todos los allanamientos realizados, se recuperaron cinco kilos de joyas, cinco autos y un departamento -comprados por los imputados- y, en efectivo, casi un millón y medio de dólares, sólo un 18 por ciento del botín. Un golpe con el 82 por ciento de efectividad, casi perfecto.
(Télam, por Diego Recchini).